La democracia entendida como handicap

La violación de los códigos tácitos de la democracia suele justificarse de manera taliónica. A saber, afirmar que el bando opositor recurre o ha recurrido a similares artimañas. Mas alla de la caida libre al tu quoque, el planteo evidencia un desconocimiento de las bases mismas del comportamiento democratico.

Basta examinar el cuerpo legal de la mayoría de las democracias para verificar que las nociones de castigo no se surgen desde un criterio de paridad con el infractor. Desde la visión democrática, la noción vindicativa de justicia nunca puede regir. La constitución misma del sistema se basa en que sera justo con el infractor aunque este haya violentado sus normas. El derecho a juicio no es solo una consecuencia del principio igualitario; es la promesa de que sin importar las acciones de un individuo, siempre se le tratara con un estandar mínimo de condiciones. Los derechos humanos, de cierta forma, plantean lo mismo, pero sus raices filosóficas son otras.

La democracia puede entenderse entonces como un handicap, una ventaja que el sistema da a aquellos que se le oponen, confiado de su superioridad última. No se trata exactamente de un legalismo a ultranza. Dentro de la competencia política el sportsmanship consiste a veces en ignorar leyes que nos beneficiarian con una victoria pírrica. La verdadera competencia política dentro de la democracia implica, en ciertas circunstancias, una moral heroica. Las devanencias de los EEUU en su tratamiento a cautivos en sus guerras contra el terrorismo es grave no solo por vulnerar el principio igualitario de una democracia, sino por socavar sus mas íntimos cimientos. Asumir que es necesario imitar las tácticas del oponente es envenenar el espiritu del sistema, es admitir su debilidad.

Cabe entonces pensar a la democracia como un híbrido extraño: un sistema de gobierno que propone en una estructura igualitaria la exaltación de un rasgo aristocrático como es el handicap, el desdén heroico de dar ventaja al oponente.